Lago de los patos

Éste es el lago de los patos, donde se les da de comer.

Me siento en la orilla del lago pensando en el nuevo curso, contento de haber entrado en la Universidad y haber superado el examen. Snorío mirando los patos.

Llego al lago un poco aburrida. Estaba deseando que las clases de la Escuela comenzarán. Me senté en la orilla junto a un chico que no había visto nunca.
- ¡Hola! Me parece que no nos conocemos...

Escucho a alguien que me dirige la palabra y, algo sobresaltado, me levanto y observo a la joven que está ante mí.

-Hola...no, usted no me suena de nada.

Sonrío amablemente.

-Errm...Alexander Martínez, un placer...

Miro como se sobresalta y le contesto:
- Encantada, yo soy Ross McDowell, la directora de la Escuela de Escritores y una de las profesoras de la Universidad... pero por favor, no me trates de usted.

Le miro más de cerca y exclamo:
- ¡Es verdad! Yo fui una de las que vigiló en el examen para que nadie copiara... No te preocupes, la gramática, si tienes buen profesor, puede resultar muy fácil... Ya verás cuando te la explique yo...
Sonrío.

- Sí, soy la profesora de Gramática, y voy a hacer que saques buenas notas en mi asignatura...
Me río

-¿No es muy joven para impartir clases, profesora?

Pregunto, con curiosidad.

- Pues... la verdad es que sí, soy más joven que tú - río un poco y luego sigo hablando -, pero es... por la Escuela, la fundó mi padre, pero murió y como mi madre no está muy en condiciones para dirigirla, pues me la dejó a mí y como trabajaba de profesor en la Uni, pues especificó en el testamento que se me dejara dar clases allí...

Asiento, interesado por la anécdota.

-¡Es bueno saberlo!

La miro y alzo una ceja.

-¿Más joven que yo?

Abro los ojos, con sorpresa...no imaginaba que un profesor pudiera ser menor que sus alumnos...

- Supongo que... seré un año menor que tú, ¿no?
Le miré atentamente.

-¿Un año menor?...no lo sé...dímelo tú.

Me muerdo el labio, gesto que era muy acostumbrado en mí cuando sentía curiosidad por algo y se retrasaba en mostrarse.

-Yo acabo de cumplir dieciocho años.

- Pues yo tengo 17 años desde hace dos meses más o menos... así que más o menos...
No sabía qué añadir, así que me callé.

Miro y califico su expresión...no sabía cómo llamarlo...¿tal vez estaba pensativa?¿tal vez ausente?...Me tenía verdaderamente confuso. Me paso la mano por la nuca, acariciando el poco cabello que tengo en esa zona.

-Pues menos mal que existen profesoras mínimamente guapas...

Digo y suelto una risa.

Me pongo roja sin querer y le digo:
- Gracias... la verdad es que allí son todas mayores...
Me río bajito.

-¿Mayores? ¡Son viejas arpías!¡Pero si a una parecía que se le iba a caer la piel!

Me rio a carcajada limpia sin poder evitarlo y me pongo el principio del dedo pulgar sobre los labios, para parar, pero aún con una sonrisa en la cara.

-Creo que seremos buenos amigos, profe.

Le guiño el ojo.

- Sí, puede ser... - me rindo y le digo - ¡Vale! Son todas unas viejas verdes arpías...
Me río también un poco.
- Parece que sí seremos buenos amigos... Y eso me alegra.
Sonrió y contemplo el lago.

-Pero espero que eso no repercuta en mis notas.

Digo serio, parando de reír.

-Es que conozco a gente que ha pasado por enchufe y no me gustaría que me pasara lo mismo. Ya sabes.

Murmuro, acercándome a ella.

-Mira, he tenido que mudarme...mi familia es pobre...y bueno, he decidido quedarme en el campus. Los echo de menos.

Suspiro.

- No, tranquilo, sólo seremos amigos fuera de las clases de la Universidad.
Sonrío y le miro a los ojos, escuchando lo que me dice.

-Ellos dedicaron su dinero completamente a mis estudios, desde que era pequeño.

Murmuro, con la vista fija en un punto en el suelo. Suspiro, ausente.

-¿Y tus padres?

- Mi padre, como ya te dije, murió hace un año o así... y mi madre... bueno, ella se encarga de cuidarnos a mi hermana y a mí...
Me pongo triste al recordar aquello.

La observo.

-Disculpa, no pretendía...hacerte recordar.

Murmuro, avergonzado por mi desfachatez. Me alejo y me coloco en frente del lago. Cojo una piedra plana y la lanzo al agua, dando saltitos sobre esta.

- Da igual... ya estoy acostumbrada a estas cosas... Pero por favor, no te alejes...
Me acerco a él cogiendo una piedra y tirándola al lago, fuera del alcance de los patos.